Donde sea que te encuentres regálate un momento, permítele a tu cuerpo y mente reposar mientras encuentras la balanza que necesitas en este día.

Cierra tus ojos por un instante, respira profundamente tratando de calmar tus pensamientos, tratando de soltar las tensiones musculares con cada exhalación, relaja cada parte de tu cuerpo y ve al lugar que más te guste. Un lugar donde te sientas en plenitud, donde sientas que eres tú mismo, sin miedos ni tabúes. Ahora detalla todo lo que te rodea, sonríe, déjate fluir en la inmensidad de tus sentimientos y agradece.

Agradece cada respiración, cada gota de agua, cada paso que das, cada textura que puedes sentir al pisar la tierra, al tocar la madera de la mesa donde trabajas, agradece todo aquello que puedes ver, escuchar, saborear y hasta respirar.

Agradece la grandeza de estar vivo, de poder tener la capacidad de hacer lo que desees, siempre y cuando confíes en ti mismo, aprendiendo de los aciertos y de los desaciertos que en el camino se te presenten…

Ahora respira tomando un poco de conciencia sobre cada parte de tu cuerpo, tus pies, piernas, torso, brazos, hombros, manos. Siente tu cuerpo, siente tu respiración y sin mucho apuro abre poco a poco los ojos agradeciendo lo que en este momento ves, haces y eres.

Gracias por leer.